Es una “serenata mutante”, como la enfermedad esa de la influenza. Perfeccionada por la multitud, que agrede, en viernes por la noche.
Luego de reconocer la cancha del estadio Cuscatlán, apenas arriba el autobús de la Selección Nacional al hotel de concentración y comienza a multiplicarse la población de porristas. Aquí le llaman “barras”.
Con el correr de los minutos, a las 22:00 horas (23:00 de México), ya hay cerca de 3 mil personas en torno al hotel Real Intercontinental. Muchísima gente que convierte la “serenata” en manifestación e invade el boulevard de Los Héroes hasta hacerlo intransitable. Parece que se va a salir de control. Sucede.
Y es que los medios de comunicación de México asisten pronto al lugar. Procuran la mejor imagen. Se revuelven entre la multitud. Algunos hasta intentan transmitir y describir lo que ya captan las cámaras de televisión.
Luce riesgoso. Hasta que se produce la agresión. Un reportero y su camarógrafo, ambos de TV Azteca, salen lesionados. Uno de ellos recibe un golpe cerca de la nuca, hasta que son defendidos y resguardados por la policía que vigila la concentración mexicana.
Por doquier se escuchan explosiones. Son petardos, dicen los policías de la agrupación Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO) o granaderos, como los conocemos nosotros. Y el olor a pólvora intimida. Por ahí el personal del hotel tiene que apagar una lona que alcanzó a ser encendida por uno de esos cohetones.
Peor aún, hay quienes intentan brincar para invadir el portón de acceso al hotel. Hasta entonces actúa la policía. “Lanzamos mostaza”, explica uno de ellos. “Sólo para dispersarlos, pero no pasó a mayores”, detalla.
El hecho enciende a los fanáticos, que llevan múltiples cartulinas y son las del comentarista David Faitelson, las favoritas. Algunas muestran el rostro del periodista con un cubreboca y la leyenda: “¿Por qué no te callas?”
A esa imagen se adhieren cajas fúnebres elaboradas de cartón y con la leyenda RIP, así como una banderita mexicana.
La “serenata” va para toda la noche. Así lo han decidido los integrantes de las distintas barras, como la Fuerza Azul o la Vietnam. La escandalera a ritmo de batucada, con diversas consignas, parece insuficiente para ellos… “¡Hijos de p…!, ¡come mierda!, ¡cuches! (cerdos), ¡uleeeros!”, dicen. Y pronto radicalizan la situación. A quienes se asoman para captar imágenes les arrojan objetos. Latas, botellas, basura, todo lo que pueden. Los cristales quedan regados cerca de la entrada. Risitas nerviosas entre el personal de vigilancia.
A pesar del escándalo, los cohetes, las consignas y la batucada, desde las habitaciones apenas se percibe. Acaso las explosiones. Nada que le quite el sueño a ningún jugador.
Peligroso, el asunto obliga a permanecer a quienes procuran salir a divertirse o acudir a un restaurante. No es posible. Estamos encerrados. No vale la pena correr más riesgos. La cosa habría subido de no ser porque, por fin, aparecen más policías y éstos, con sus cascos y escudos, amenazan lanzar gas lacrimógeno.
No hay necesidad. La gente abandona el lugar hasta quedar el boulevard de Los Héroes completamente vacío, sin autos, sin gente, pero con mucha basura. La “serenata” concluye, así, a las 00:43 horas (01:43 hora de México). A lo lejos aún se escuchan los tambores, las consignas, las amenazas. Es el comienzo de la batalla, por un partido de futbol.
sc
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