Abatidos y sin dignidad; humillados y sin respuesta. Honduras ni siquiera entró a la cancha del estadio Nacional y Jamaica jugó como una final del mundo para sumar su segunda victoria consecutiva y prenderse en la lucha por un cupo en el hexagonal.
Al final, un categórico e insultante 0-1, casi como una bofetada limpia en la cara que jamás tuvo vergüenza deportiva de la desteñida Selección Nacional. Gran gane caribeño.
Hablemos en la cancha
Perdidas todas las sensaciones (la H no sentía, no escuchaba, no vivía en la cancha del estadio Nacional), Jamaica nos dio la bienvenida al minuto 15: Ricardo Gardener se transformó en la aduana perfecta para que Luton Shelton se pusiera la capa de los súper poderes, evitara la horrible marca de Muma Bernárdez y aprovechara la apurada salida de Noel Valladares para quedar frente a frente con la portería vacía.
Ni la barrida de Sergio Mendoza pudo evitar el lapidario y angustioso derechazo rasante del gigantón número 11, que encendió la mecha de la fiesta popular.
Era la primera aproximación de los Reggae Boyz, que habían sentido en carne propia la arrogancia de los fantasistas catrachos (Costly y Wilson mareaban a los locales sin éxito final) en los primeros 14 minutos.
Pero esa precisa lanzada al ataque de Shelton opacó a la Bicolor, que se sintió perturbada y empezó a padecer de una psicosis múltiple que derivó en una horrenda salida de Noel Valladares al 21 (al final se repuso el uno catracho y salvó en la raya junto a Sergio Mendoza, para originar un minicombate en el área pequeña) y al 23 (pésima salida del atajador del Olimpia y Ricardo Fuller no aprovecha a puerta vacía).
El irreconocible conjunto hondureño llegaba al extremo de ser bailado por un rato de inspiración de los caribeños, eternamente amigos de la potencia física.
Ni Wilson Palacios ni Dani Turcios eran socios del único jugador que ponía pautas: Amado Guevara, solitario Lobo que llegaba a la desesperación ante la inoperancia colectiva.
Sin orden, sin ganas...
La peor producción de la H de Reinaldo Rueda seguía anestesiada en el inicio de la segunda mitad. 0Y Demar Phillips mandó un misil de zurda que Noel Valladares mandó al tiro de esquina. Seguíamos dormidos, tanto que los jamaiquinos hacían estragos con tan poco en la cancha.
Walter Martínez hacía su presentación al 51 y afuera se iba el Tyson Núñez. Seguidamente, Carlos Will se convertía en el tercer delantero.
El encuentro, enfrascado en un verdadero somnífero, empezaba a delatar el juego preferido de los equipos del Caribe: eran 15 faltas en 70 minutos, siendo Amado Guevara la víctima de privilegio de los despiadados defensas locales. Honduras no tenía poder ofensivo y en 75 minutos no había probado ni una sola vez al uno jamaiquino, Donovan Ricketts.
Un equipo sin reacción, sin alma, era despojado de su único recurso disponible: el Doctor Rueda hacía salir del campo a Amado Guevara al minuto 71 (en su lugar ingresaba Ramón Núñez) y nadie entendía lo que pasaba.
Honduras jugaba su peor partido en la “era colombiana” y era consumida minuto a minuto por el ambiente, raro, espeso, muy del Caribe, que parecía mantener atados los pies catrachos; minuto a minuto también se iba agrandando la enorme figura de Luton Shelton, el 11 que nos había convertido el sueño de Kingston en la pesadilla del Caribe.
Al final, arrodillados ante el reggae jamaiquino (nos dieron un baile de lo lindo), no tuvimos más remedio que aceptar nuestro destino: ganarle a México en el Olímpico.
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