“Todos tenemos derecho a ilusionarnos”
Carlos De los Cobos ya sabe lo que es disputar un mundial de fútbol. Como jugador, y junto a figuras como Hugo Sánchez, “el Vasco” Aguirre y Negrete, formó parte de una de las selecciones mexicanas más recordadas por su afición: la que disputó el campeonato de 1986. En esa cita, solo la maquinaria Alemania capitaneada por de Karl Rummenigge y los penales impidieron a México colarse en las semifinales, algo que nunca ha logrado el país azteca.
Dos décadas después, el mismo De los Cobos se encuentra inmerso en una empresa que, en un plano puramente teórico, podría terminar también en un mundial, el de Sudáfrica 2010. El mexicano lleva ya dos años al frente de la selecta y es la persona que mejor conoce lo que tiene entre manos, pero sus respuestas oscilan entre un esquivo “no me gusta vender una idea que pueda generar una desilusión muy grande en la afición” y un esperanzador “todos los equipos tenemos las mismas posibilidades de ir”. Calculada ambigüedad, lo más sensato cuando se pretende mantener encendida la llama que parece haber renacido en la afición, pero cuando se tiene enfrente una realidad estadística que, hoy por hoy, indica que hay 119 países mejores que El Salvador en el rankig de la FIFA. Entre ellos, Costa Rica y Surinam, dos de los rivales en el cuadrangular que inicia el próximo miércoles.
El técnico responsable de lo que ocurra en los próximos seis encuentros cumplirá 50 años bien llevados el próximo 10 de diciembre. Es una persona a la que le gusta mirar fijamente a los ojos de su interlocutor, de trato amable, elocuente en sus gestos y que se maneja como pez en el agua frente a una cámara o una grabadora. De su cuello cuelga una cadena con cuatro significativas medallas: una es de cuando hizo la primera comunión, y las otras tres son las que representan la unión con su esposa Mayte (43 años) y con sus hijos Rafael (25) y Paulina (24). Los tres viven en Monterrey, y esa lejanía y los largos períodos que pasa sin verlos son, asegura, los que le impiden sentirse totalmente realizado en El Salvador.
En el aspecto futbolístico al que tanta importancia da –“El fútbol es mi vida”– no tiene mayores quejas del país. Y si las tiene, no las airea, fiel a su estilo concertador y dialogante. Así es Carlos De los Cobos, un mexicano al que, en contra de los tópicos, la aplastante mayoría de los salvadoreños quiere ver triunfar.
Lleva ya tres años en el país. Al margen de lo futbolístico, ¿cómo le va en El Salvador?
Bien, muy bien. Considero que hay mucha similitud entre los dos países en cuanto a la idiosincrasia, en cuanto a la naturaleza de las personas… Entre el salvadoreño y el mexicano hay muchas cosas comunes. Son culturas muy parecidas.
¿Y se lleva bien eso de vivir lejos de esposa e hijos?
Difícil. Para mí el estar lejos de mi familia ha sido el elemento negativo de este reto. Me atrevería a decir que es el único elemento negativo, pero es mi trabajo, y ya tengo muchos años en esta dinámica. Alguien como yo, que soy muy apegado a mi esposa y a mis hijos, no se acostumbra nunca, y lógicamente ese ha sido el elemento de discordancia; por lo demás, todo ha sido muy positivo, incluso he hecho muy buenas amistades en El Salvador.
¿Echa en falta algo de Monterrey?
Independientemente del aspecto familiar, que es lo que más extraño, no me falta nada. Dicen que la felicidad nunca es completa, y creo que es ese elemento familiar el que no me ha permitido sentirme totalmente cómodo. Por lo demás, vivo en una zona muy tranquila…
¿Sorprendido por los niveles de violencia?
Violencia hay en todos los países. Acá lo que sucede es que es un país pequeño, todo se conoce más fácil, y los hechos violentos son más notorios, pero yo no puedo hablar de que acá haya visto más cuando, lamentablemente, en mi país existe muchísima violencia, muchísima delincuencia. No creo que haya diferencias entre los dos países en ese aspecto, e incluso pienso que aquí, en muchos sentidos, es menor.
¿Cada cuánto regresa a México?
Cada vez que hay una oportunidad, pero no con mucha frecuencia y, cuando viajo, lo hago por unos pocos días. La última vez que estuve fue hace más de mes y medio.
Mucho tiempo sin la familia.
Sí, me he pasado hasta tres meses sin estar con ellos. A veces es mi esposa la que se traslada a El Salvador, y mi hija también ha venido a visitarme, todo para poder estar más en contacto directo.
¿En qué trabaja cuando la selecta no está concentrada?
De entrada, como lo he dicho siempre, mi trabajo no solo tiene que ver con los momentos que yo estoy con los muchachos. El trabajo es mucho más amplio. Por ejemplo, uno de los aspectos fundamentales es poder ver el fútbol del país, es decir, estar presente en los estadios para que de forma directa y personal yo pueda dar seguimiento al rendimiento de alguno de los muchachos en su respectivo equipo. Esto quiere decir que yo sábado y domingo estoy presente en algún estadio. Veo, cuando menos, dos partidos a la semana, y lo hago también para que los jugadores sepan que el técnico de la selección está interesado y está pendiente de su trabajo en los equipos. Por otro lado, tengo frecuentes reuniones con el presidente de la federación (Rodrigo Calvo) y también con mis colaboradores, para definir y afinar los planes de trabajo, para tener siempre ordenado cuál va a ser, por ejemplo, nuestro calendario de entrenamientos o para ver videos o para conseguir información de rivales. Hay todo un trabajo además de los momentos que uno pasa con los muchachos.
¿Cómo ha logrado encajar su carácter concertador en un país donde el fútbol está tan crispado?
Cuando empecé a trabajar con la selección me di cuenta de los problemas que con frecuencia surgían en el seno de la federación, en especial con los equipos de fútbol.
¿En México hay situaciones parecidas?
No al grado que he visto aquí. En cualquier federación del mundo hay diferencias, pero cuando hay una discusión se llega a soluciones. En México también la federación tiene sus problemas, pero normalmente se solucionan, porque hay un conocimiento claro de parte de los dirigentes de los equipos de la necesidad de apoyar a la selección nacional.
¿Allá transcienden tanto esas diferencias?
No, no tanto. Hay problemas que se solucionan en el interior de la federación, y otros que se hacen públicos. Pero lo que pasa aquí es que desde un principio yo dije que venía a trabajar, no a generar problemas ni a meterme en la dinámica que me encontré. Yo he tenido que adaptarme, que no acomodarme, entender dónde estoy parado y comprender que la única manera de lograr un avance en mi trabajo es intentando convencer con ese mismo trabajo, es decir, que la gente se dé cuenta de que podemos generar algo positivo para la selección nacional
Hablemos un poco de la afición salvadoreña. Usted la conoció primero como rival…
Sí, me imagino que como jugador vine en alguna ocasión, pero las visitas que más recuerdo son una para la eliminatoria del Mundial de Francia, cuando yo formaba parte del cuerpo técnico de la selección de México como auxiliar del señor Bora Milutinovic; y otra en 2002, cuando dirigí a la selección de mi país que participó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
¿Y qué opinión tenía del comportamiento?
Entre México y El Salvador siempre ha habido una rivalidad importante, y se sentía esa actitud de rivalidad, esa presión…
¿Intimidatoria?
Pues como son las aficiones normalmente. Hoy nos toca jugar en Costa Rica, y seguramente va a ser así su comportamiento, porque allí es fuerte; la afición de Costa Rica presiona mucha.
¿Qué papel cree que tendrá la afición en la próxima fase de clasificación?
El Estadio Cuscatlán es uno de los más grandes de la región. Yo siento que, mirando lo que ocurrió contra Panamá, aquel día cada uno hizo su trabajo: los muchachos en la cancha, yo en lo mío como orientador y la afición hizo lo suyo en las tribunas, dando siempre el impulso necesario a los jugadores.
Lo que ocurrió contra Panamá, ¿qué fue, un milagro?
Esas son situaciones muy emotivas dentro del fútbol. Se viven con mucha emoción, sobre todo porque el gol que dio la clasificación se logró al final, y por el papel de la gente, que fue muy importante. Tú me preguntabas por la influencia que puede tener la afición en el cuadrangular, y contra Panamá ya se vio que puede ser muy importante.
¿Qué hizo cuando se marcó ese tercer gol? ¿Cómo lo celebró?
Fue una gran alegría, pero yo casi nunca celebro nuestros goles, sino que espero a que se gane el partido. Aparte, eso de celebrar tiene mucho que ver con las personas; hay técnicos que son muy efusivos cuando su equipo hace un gol, pero yo no expreso ese sentimiento, sobre todo porque sé que el fútbol es caprichoso y muchas veces las expresiones de euforia muy muy muy notables hacen perder la concentración
Ese gane se celebró como gran hazaña cuando apenas fue para clasificar al cuadrangular.
El triunfo generó una gran alegría porque, sinceramente, mucha gente nunca pensó que pudiésemos eliminar a Panamá. Incluso gente dentro del fútbol opinó que ahí iba a terminar la carrera de El Salvador, y la alegría se dio tanto por la entidad del rival como por la manera como se ganó, porque fue merecido el pase. No fue cuestión de suerte o de azar, sino que los muchachos ganaron porque fueron mejores en la cancha que el rival.
¿Está este país ávido de satisfacciones?
Mucho, mucho, mucho. De satisfacciones deportivas de todo tipo, pero más hablando de fútbol, porque El Salvador, igual que México, es un país netamente futbolero. Entonces, la gente está, como dices, ávida de poder sentirse ganadora, de disfrutar de momentos placenteros como el vivido contra Panamá, porque el fútbol es de las pocas cosas que a lo mejor puede generar alegría, y por eso se disfrutó tanto.
En Sol general, en el famoso Vietnam, el fútbol se disfruta de una manera peculiar. ¿Ve lo que allí ocurre?
No, la verdad es que uno pasa el partido muy concentrado en la cancha, y no me doy cuenta de lo que sucede en las tribunas. Sé que la gente está muy emocionada, viviendo el partido de distintas maneras, pero no tengo conocimiento real de lo que sucede al interior.
Hay campos en Europa en los que se juega sin vallas que separen a la afición de la grama. ¿Cómo está México en ese sentido?
No, aún no se ha dado ese paso. Ojalá algún día se pueda jugar con la gente esté sentada a la orilla del terreno de juego, sin temor a que se vaya a invadir la cancha, pero México todavía no ha dado ese paso.
Se lo pregunto porque acá la presión con frecuencia se convierte en lanzamiento de objetos, insultos racistas, peleas…
Eso ocurre en casi todos los lados. En algunos campos de Europa no, porque la gente probablemente ha sido educada para respetar más, pero acá, en los países latinoamericanos, sucede a veces que la inconformidad de la afición se transforma en eventos desagradables.
Ir a Vietnam con una camisola que no sea azul es exponerse a ser agredido, y entre los aficionados se tiran bolsas llenas de orina durante el partido.
No me digas, pues no sabía, no sabía nada.
¿Los partidos en casa serán la clave en el cuadrangular?
Bueno, yo siento que la clave para clasificar es poder robar puntos a algún rival de visita y, lógicamente, garantizar nuestros resultados acá, pero eso no es tan fácil, y por eso creo que los equipos deben saber jugar también de visita, debemos aspirar a sumar también fuera de casa.
En el grupo Surinam parece ser la Cenicienta, pero nos lleva 36 puestos en el rankig de la FIFA.
Sí, algo está sucediendo con ese país, sobre todo por el material humano que tiene. Los antecedentes nos dicen que es un país que ha generado grandes figuras a nivel mundial…
Jugadores surinamenses como Kluivert o Seedorf han militado en grandísimos clubes.
Sí, pero los jugadores que se van a Europa ya no pueden jugar con la selección nacional. Lo que eso quiere decir es que el material humano existe y, cuando hay calidad en ese sentido, con tener un técnico que dirija bien y explote esas virtudes, se convierte una selección sumamente complicada.
Para usted no es la Cenicienta entonces…
Yo quiero serte franco. Las expectativas hacia nuestra selección han ido en aumento, y hoy la gente espera mucho más, algo que es natural. Platico con los muchachos con frecuencia que el compromiso hoy es mayor que ayer, porque hoy se ha visto un crecimiento notable en el juego, y la gente ya está pensando en el hexagonal antes de haber comenzado siquiera el cuadrangular. Esto está sucediendo…
Habrá ya analizado los rivales.
Sí, por eso digo que va a ser muy difícil la clasificación. Ahí están Costa Rica y Surinam, y Haití, un equipo fuerte con el que jugamos dos veces este año, y trajimos buenos resultados.
Quedan vivos 12 equipos de la CONCACAF, y el rankig de la FIFA ubica a 10 por encima de nosotros.
Sí, pero hace unos meses estábamos en el lugar 20 de los 35 países que conforman la CONCACAF, por eso este año nos hicieron jugar esa ronda contra Anguila, y nos tocó contra Panamá, la serie más complicada de la segunda ronda. Ahora estamos en una mejor posición, pero en el fútbol todo es relativo.
Ir al Mundial supondría dejar fuera a Estados Unidos, México, Honduras o Costa Rica. ¿Es realista pensar que es posible?
¿Es realista pensar que podemos ir al Mundial? Bueno, es realista si lo analizamos desde el punto de vista frío en el que todos aparentemente tenemos las mismas posibilidades, porque todos vamos a competir por lo mismo.
Con esa lógica, los de Anguila hace unos meses también podrían haber aspirado a ir.
Claro… Mira, yo no puedo decir si vamos a ir o no, porque es difícil aventurarse a vaticinar qué sucederá. Yo desde que llegué a trabajar con la selección dije que nunca iba a prometer una clasificación porque había que poner los pies bien firmes en la tierra, y que debíamos de entender que estábamos lejos. Yo creo que en dos años hemos ido avanzando, pero el mensaje a la afición tiene que ser realista, sin tampoco romper la ilusión que tiene la gente, porque yo siempre digo que todos tenemos derecho a soñar, el derecho a ilusionarnos y el derecho a vivir el entusiasmo que hoy está viviendo nuestra afición. Pero a mí me gusta ser responsable en mis conceptos y no me gusta vender una idea que pueda generar una desilusión muy grande en la afición.
Lo primero que anunció al llegar a la selecta es que había que cambiar la mentalidad derrotista. ¿Se ha logrado?
Sí, se ha logrado. Cuando yo llegué, dije que teníamos que ir dando pasos, que no podíamos pensar en ser una selección ganadora cuando llevábamos mucho tiempo perdiendo. El paso previo a ser una selección ganadora es ser una selección competitiva.
¿Y eso ya se ha logrado?
Eso se ha logrado, y se ha logrado porque las estadísticas lo indican. Hablo de memoria, pero creo que de los últimos 17 partidos hemos perdido 4 nada más, y nos hemos dado cuenta de que nuestra selección recibe pocos goles.
¿Y qué le parece el papel de los medios? ¿Adulan, apoyan, obstaculizan, bombardean?
Cuando se habla de los medios hay de todo. Hay medios que sí reconocen o valoran el trabajo que se está realizando, y para otros sabe a poco lo que se ha hecho. Es decir, cada quien tiene su visión y su opinión, pero hay que reconocer que cumplen una misión fundamental en todo esto, más que nada en el hecho de informar a la gente y de hacerlo con veracidad y objetividad, para que la gente esté ubicada en el lugar que debe estar ubicada.
¿Los medios abonamos a esa mentalidad derrotista que encontró al llegar?
Yo siento que muchas veces se da más valor o más espacio a una nota con un tinte negativo que a una con un tinte positivo. Eso pasa en todo el mundo, y yo creo que tiene que ver con la propia profesión.
Usted ya ha estado en un Mundial como jugador.
Así es, en México 86.
Y se enfrentó a la Alemania de Rummenigge y Lothar Matthäus. ¿Qué se siente en un partido así?
Es una sensación muy especial, en primer lugar, porque jugábamos en casa, en Monterrey. Aquel fue un partido de cuartos de final que lo dominamos nosotros, pero el alemán tiene mucha fortaleza mental, supieron soportar y en penales nos eliminaron. Lo viví con mucha intensidad, también porque estuvimos muy cerca de pasar a semifinales, algo que México nunca ha conseguido en su historia. Uno sabe que todo el mundo está viendo un partido de esos y toma otro matiz, pero yo opino que un profesional debería de afrontar todos los encuentros de la misma forma.
El estadio más impresionante en el que ha jugado…
Sin duda alguna, el Estadio Azteca. Yo he jugado en el Maracaná de Río de Janeiro, que también es impresionante, pero el Azteca es un estadio en el que se siente más la presencia de la afición y que genera sensaciones muy especiales en los jugadores.
México también se desvive por el fútbol.
Sí, cómo no.
¿Y allá se sigue más al Real Madrid o al Barcelona que a los equipos locales?
No, no, para nada. Yo no digo que no haya aficionados que vean algún partido de la Liga española, sobre todo el clásico, pero la afición mexicana sigue a sus equipos, no a equipos de fuera. Lo que ocurre aquí yo creo que tiene que ver con el hecho de que han pasado muchos años sin que se haya logrado entusiasmar a la afición, y con los medios, que muchas veces dan demasiada cobertura a ligas de fuera del país, y la gente se acostumbra a eso, porque quiere sentirse ganadora y busca alguna referencia que le permita vivir esos momentos de sentirse ganador. Sí, lo que ocurre en El Salvador es un fenómeno muy especial, pero ojalá se vaya modificando esa conducta, y ahí los medios tienen un papel importante.
Y dentro del fútbol nacional, ¿cree que la selecta ocupa el lugar que debería ocupar?
Hoy, en este momento, sí; hace apenas unos meses, no. Cuando llegué a la selección tuve muchos problemas para lograr que los muchachos llegaran a las convocatorias.
No querían defender a su país.
Ya ha cambiado eso, pero al inicio faltaba compromiso, y no solo en los clubes, sino que también en los mismos jugadores. Hubo jugadores que incluso me llamaron para pedirme que nos los convocara, llamadas en las que me decían que no les interesaba jugar en la selección. Osea, al principio la selección no era atractiva para el jugador de fútbol salvadoreño, pero esa percepción ha ido cambiando, y los muchachos se han dado cuenta de que es una posibilidad real para darse a conocer fuera del país.
¿Y por qué le pedían que no los convocara? ¿Poca paga?
No creo que fuera cuestión de dinero. Yo lo atribuía directamente a la falta de identidad que tenía el jugador con la selección. La selección ofrecía poco al jugador, y no me refiero a lo económico, sino a que le era poco atractiva. La imagen de la selección estaba muy deteriorada dentro del propio país, y los muchachos no venían a tratar de sacar esto adelante, y por eso algunos simplemente preferían eludir esa responsabilidad, para no verse criticados públicamente por los malos resultados.
Hoy en día, salvo Cheyo Quintanilla, sigue sin haber jugadores en ligas extranjeras.
Eso es cierto. Yo creo que se da, primero, porque el jugador salvadoreño no es promocionado, y nuestra liga no es promocionada. Yo veo en canales de televisión internacionales que se habla de la liga de Guatemala o de la de Honduras, pero del fútbol salvadoreño poco se menciona. Entonces, cuando no hay promoción ni gente que venga al país a conocer a nuestros jugadores, es muy difícil traspasar esa frontera.
Lo que dice suena como si hubiera calidad, pero no se conociera fuera.
Bueno, hay que decir que en realidad en El Salvador tenemos muy pocos equipos en la primera división y, si se le quitan los extranjeros, el universo de jugadores nacionales es muy reducido. Además, acá se llega al profesionalismo sin haber vivido la etapa de formación que cualquier jugador debe vivir, es decir, sin haber pasado por escuelas en las que se enseñan todos los fundamentos técnicos, físicos y de conocimiento. Sin embargo, llegan al profesionalismo por sus condiciones, y por eso creo que hay jugadores que, a pesar de no haber sido preparados en su adolescencia, logran posicionarse por sus condiciones naturales y hasta destacar.
Hay quien asegura que la selecta son Cheyo y 10 más.
No, yo no lo veo así. Eliseo es un jugador con mucha capacidad y por algo está jugando y triunfando en Costa Rica, pero eso de Cheyo y 10 más no lo veo así, porque hemos jugado muchos partidos sin él. Eliseo es un jugador que necesitamos, como se vio en el partido contra Panamá, pero sin su presencia también se ha jugado bien y se han obtenido resultados. Yo siempre he dicho que el jugador salvadoreño no tiene las mismas oportunidades que tiene, por el ejemplo, el mexicano, a quien en todos los sentidos le dan más apoyos y herramientas para desarrollar sus capacidades.
Ya para ir concluyendo, lo que nadie puede negar es que la suya es una vida entregada al fútbol.
Sí, y me considero feliz porque disfruto la vida a pesar de mis problemas, como platicábamos antes. Soy feliz porque tengo una familia sana, una mujer extraordinaria, dos hijos que son mi inspiración y por los que siempre lucho, y, además, tengo buenos amigos. Todo esto haciendo algo que me encanta, porque lo que hago ni lo considero un trabajo, sino que es algo que disfruto. Aunque, como todos los humanos, tengo mis momentos no tan buenos.
¿Es el fútbol algo más que deporte?
El fútbol es mi vida. Desde que tengo uso de razón estoy cerca del fútbol, y ha marcado mi rumbo. Hoy estoy en El Salvador tratando, desde mi posición, de aportar lo que pueda en beneficio de la selección del país, de no fallar a la confianza de la gente que me trajo, de llevar al máximo la ilusión de la gente.
Usted firmó contrato con la federación hasta 2010.
Hasta el 31 de diciembre de 2009.
Con ese contrato podría pasar que nos clasificara al Mundial, y tuviera que dejar la selecta.
El contrato se puso hasta esa fecha porque creo que es cuando termina la gestión del presidente de la federación, y supongo que él no quiso comprometer al que lo suceda con un entrenador con contrato vigente.
¿Y no es negativo que la conducción técnica y la administrativa estén tan amarradas?
Así están los hechos, y no sabemos qué ocurrirá después. Lo importante es que ojalá pueda cumplir, y lo primero es dar el paso de clasificar en el cuadrangular.
Esta entrevista apareció publicada el 17 de agosto en la revista dominical Séptimo Sentido (Página 18).
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