Sin palabras. Cuando la tristeza es grande, no hay nada que decir. Empezaba el día con fiesta, con augurios, ganaba España por penales, pero con la camiseta “roja”.
La lluvia presagiaba, nuevamente un escollo muy grande. Nunca se pensó que esa montaña iba a ser insuperable para el fútbol panameño.
Del partido solamente decir que José Luis Garcés, a los 15 minutos, puso un cabezazo sublime, luego del centro de Carlos Rivera y nuestro sueño parecía volverse realidad, estábamos 1 a 0. Nuevamente el agua parecía ahogar el grito de los salvadoreños y un Cuscatlán enmudecido despedía a sus jugadores, al final de la primera parte.
Nunca se sabrá qué pasó dentro de los vestuarios, pero los azules salieron con otra actitud, intentaban con Eliseo Quintanilla, pero Panamá parecía sólido en el fondo. Casi inexpugnable, hasta que el técnico empezó a desarmar lo logrado.
El cambio clave: la salida de Rolando Escobar. Aquel nefasto reemplazo, hizo que perdiéramos la pelota en el medio. El Salvador empezó a crecer, a animarse, con "mutus" propio, porque su gente pensaba más en el 2014. Hasta que el "Cheyo" puso un balón pegado al palo derecho de Jaime Penedo y salió el sol para las 40 mil almas cuscatlecas que llenaron el "Coloso de Montserrat", habían transcurrido 27 minutos del segundo capítulo.
Posteriormente, una ráfaga de buenas jugadas, hizo que los dirigidos por Carlos De Los Cobos, le robaran lo poco que el elenco panameño había conseguido. Penal y, de nuevo "Cheyo", nos encaja el segundo.
Cruzábamos los dedos, prendíamos velas, el istmo entero se desesperaba y creía en el milagro, puesto que con el 2 a 1 aún estábamos clasificados. Aunque, como siempre, la suerte camina en sentido contrario al nuestro. Por eso a dos minutos del final, Anaya se encuentra con la redonda cerca del área grande y simplemente intenta un derechazo. La "intrusa" rebota en vaya uno a saber quién y sin pedir permiso, invade por tercera ocasión el arco equivocado. Estamos afuera.
Una generación de futbolistas ven el mundial más lejos que nunca, recién para dentro de seis años, quizás. Y un pueblo entero, ya ni se seca las lágrimas, porque se ha quedado seco, después de tantas decepciones.
lunes, 23 de junio de 2008
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